07 febrero 2007

Recronica del invitado

Os dejo por aqui la recronica del invitado (o externo) en la carrera de Leganes.

Me levanto con más sueño que verguenza y voy vía metro al punto de encuentro. En Leganés, como todas las paradas modernas, hay dos opciones: ir calle arriba o calle abajo. Por supuesto elijo ir hacia abajo hasta que veo un cartel que pone "Parquesur". Mi intuición me hace pensar que ese no va a ser el camino. Media vuelta y a subir (no quieres caldo: dos tazas).
Llego y no hay nadie. Solo los organizadores. Acongojado llamo a Fede y al oir su voz quédome tranquilo: finalmente correré.

Llega Fede y mientras esperamos a su colega guardo el plumas y el chandal. Qué tempranos ería que me dieron el número uno. Aún queda más de media hora hasta empezar, pero luego tocará sudar.

Viene el bloguero corredor que falta y calentamos yendo hasta su lejanamente aparcado coche en el que claramente veo la diferencia entre ellos y yo: la preparación.

Geles, pulsómetros, vaselina, podómetros... y yo con estos pelos. ¿No decían que para correr solo hacen falta zapatillas? Eso es lo que deben llamar el choque generacional.

Despues de la inserción de gadgets y lilimentos nos volvemos a la salida, correteamos y hacemos tiempo. Casi antes de la salida vemos a la pareja de Fede & Cia. Animos, besos, saludos y miradas de incomprensión (¿dónde van estos pringaos a estas horas y con este frío?).

Comienza la carrera. Yo peco de exceso de prudencia, así que les dejo hacer. Me gusta empezar despacio, calentar los dos primeros kilómetros y luego empezar a correr. Así que eso intento, pero se ve que los blogueros están entrenados y tirán con el metrónomo de los 5' por kilómetro.

Al terminar el asfalto me animo y me pongo a tirar (suelo correr en el Parque de Polvoranca), al rato veo que me quedo solo y bajo el ritmo. Enganchan los blogueros, pero Fede se va quedando, aunque le esperamos... por última vez. Me veo bien y me animo. Llegamos a la mitad del recorrido y empiezo a esquivar botellas. De Fede no hay noticias. Comentamos cómo vamos entre nosotros y veo que los blogueros son gremiales: entre ellos se esperan. Yo aprovecho que soy el invitado y puedo quedar mal y sigo a mi ritmo. Me motivo pensando que en la cuesta del cementario voy a quemar la suela, pero cuando quiero apretar, ¡ay amigo!, es cuando se nota el entrenamiento: no consigo aumentar el ritmo, es más; estoy seguro de que decrece. Al inicio de la cuesta me coge el colega de Fede y tira que da gusto verle.

Correr no corro. Pero mi gen competitivo salió a flote y eché el resto (de ahí mis actuales agujetas en los triceps femorales). Dignamente le alcanzo y seguimos juntos mientras él me habla y yo le respondo con una especie de mueca burlona que intenta ser una sonrisa.

Veo el kilómetro 9 y mi mente me la empieza a jugar: "Ya queda poco".

Cuando veo el 10 la cabeza dice "Venga, un último esfuerzo". Me animo y subo un pelín el ritmo (pero un pelín, eh). Cuando entramos en los últimos 800 metros y veo por fin la meta lo de siempre: el cerebro dice "Se acabó" y sufro como un condenado la maldita vuelta al parque. Intento tirar, pero no. Es el momento del orgullo bloguero. No pudiendo soportar que un inentrenado les supere, el colega de Fede me alcanza y supera con toda la tranquilidad que dan más de 50 km semanales.

Llego y hacemos un 5 up. Esperamos a Fede mientras asumo, sin necesidad de pulsómetro, que tengo el corazón a 180 (los latidos son tan fuertes que los notas en los tímpanos). Joder, me encanta el sonido de los latidos por la mañana, suenan a victoria.

Mamones. El año que viene se van a enterar.

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